viernes, 19 de marzo de 2010

Batallas del Virrey II

     No podía quitarme una cancioncilla de la cabeza. Supongo que por los nervios. “cojo un muelle, lo tiro por el retrete...”. Llevaba más muelles en mis zapatillas de los que Homer tiró por su retrete aquel día. Mi melena ahora estaba al cero, dominando cuatro pelillos de punta la cumbre de mi esbelta figura. Unos blancos pantalones de chandal. Un vehículo de dos ruedas, trucao en el Picasso, sin silenciador. Más vale camuflaje que factor sorpresa en esta misión. Me puse la gorra de Rossi en la cabeza, y el casco en el codo y me encaminé al corazón del territorio enemigo: la plaza del Mirto.

     Nada más llegar, el terror mismo asoló la poca confianza que yo tenía en mi suerte. Una enorme cantidad de sujetos ocupaban los bancos, dando palmas, peleando entre ellos cual orcos de Mordor, acelerando sus motos, picando a sus Yenis para ver si se tiraban de los pelos. Uno de ellos volvió su rostro hacia mí. En su mirada, a lo lejos, en el fondo de su alma, un vestigio de inteligencia, se había dado cuenta de que yo no pertenecía a ese lugar. Cuando me quise enterar, cientos de ojos estaban clavados sobre mí. Un sudor traicionero comenzó a mojar mi camiseta falsa de la gitana, pero logré controlarme. Rápidamente mi mente reaccionó buscando la solución y encontrándola en milésimas de segundo: saqué mi movil, puse Camarón a volumen máximo y dije “seh Camarón shulo ahí”. El riesgo había pasado. De momento.

     Tenía que actuar rápido. Necesitaba encontrar al jefe cani lo antes posible, por lo que busco a la yeni más buenorra de todas, la encuentro y decido seguirla. Ella me llevará a él. Tras una dura caminata hasta las escaleras del San Mateo viejo, logro verlo. Por supuesto, la yeni más buenorra era su chati de este mes y por supuesto, él es el único con coche: Un Seat León amarillo de 2ª mano. En estos momentos no me podía permitir ni un solo fallo. La tensión es máxima y no va a ser fácil lograr su amistad. Recurriendo a toda mi astucia, logro articular una frase: “El cupra mola más”.

     No hizo falta más. El cani jefe pensó “chacho, este tío pilota”. Me invitó a montar en el León y nos fuimos a Varillas, a acojonar a los guarros. Mi ventaja estaba en que no necesitaba decir nada, unas sessions a todo volumen impedían toda comunicación. Tras unas salidas en la cuesta para que los cuatro guarros que quedaban lo fliparan me llevó al piso de brasileñas a tomar una copa. Error. Había caido en la trampa. Mientras me tomaba mi primer Vodka-Red Bull apareció Triki, el terrible, arma en mano para mi desgracia. Nunca sabré como, pero me habían descubierto. A veces he pensado que quizá sería mi descomunal miembro bajo el chandal, lo que me distinguía de los demás.


     Sin dudarlo un solo momento realicé una de las acciones más sobresalientes que recuerdo a lo largo de toda mi vida. Saque de mi bolsillo del slip los restos del desayuno con una rapidez asombrosa, y los lance por la terraza del piso. Triki, monstruo de las galletas, no pudo resistir la imagen y salto tras ellas, dejandome a solas con el jefe cani. Éste, al ver que había vencido a su jefe, se postró de rodillas ante mí, su majestad el Virrey y lo que sucedió es mejor que nunca sea desvelado. Unos minutos después pude asomarme al balcón, esperando ver al fondo la figura de Triki, pero no había nada. Quizá después de todo no había sido una victoria completa.


     Cansado y abatido regresé a mi mansión. Los bares comenzaban a abrir, colocando sus exquisitos pinchos de tortilla bajo las vitrinas. El barrio estaba a salvo. De momento...

Si quieres leer el capítulo anterior...


Por cierto, esta semana el virrey no responde a vuestras preguntas debido a que no desea descargar toda su rabia sobre una única pregunta. Podeis dejar nuevas cuestiones aquí o en el post de la semana pasada.

1 comentario:

  1. Hun Orco hemigrante29 de marzo de 2010, 16:33

    Virrey, por lo visto ba a viajar ha Mordor.
    ¿Podrìa traerme de rejalo un hanillo único?

    Gracias de antebraso

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