miércoles, 13 de enero de 2010

Diario de un Garridense

    Todas las historias que voy a contar son reales, ocurrieron hace años (supongo que todos los delitos habrán prescrito). Cuando los niños salían a jugar a la calle y no estábamos encerrados en casa jugando con la consola. Pasabamos el día en la calle, sobre todo en verano. Cenábamos un bocadillo para poder aguantar más tiempo al lado de nuestros vecinos y AMIGOS. Casi éramos hermanos. Ahora cada uno ha seguido su rumbo, pocos siguen en el barrio pero todos nos acordamos de nuestro tiempo juntos porque vivimos momentos únicos que recordaremos el resto de nuestras vidas.

    Las historias no siguen orden cronológico, porque son demasiadas y no recuerdo muy bien las fechas (el alcohol no perdona). A mis compañeros de andanzas, si leéis esto, que sepáis que sois los mejores y que nunca me olvidare de vosotros.

    Aquel día estábamos muy aburridos y no se nos ocurrió otra cosa que ir a un garaje cercano de nuestra casa. Eran un garaje enorme… tendría una capacidad de más de 100 coches. Pensábamos en tomar prestados los tapones de las ruedas de algunos coches pues los necesitábamos para nuestras bicis (aún no había llegado la puta moda de los tunning, asi que, sólo existían los tapones de plástico negro). La sorpresa fue cuando nos fijamos en un coche con las puertas abiertas (los pestillos, no las puestas).

    Para nosotros fue todo un descubrimiento, ya teníamos aventura para aquella tarde. El coche tenia la pinta de años abandonado, pues el polvo le cubría por completo. Como era por la tarde y en el garaje comenzábamos a ver vecinos, decidimos dejar la investigación para el siguiente dia.

   Quedamos a las 8 o 9 de la mañana, cuando nuestros padres ya se habían ido al trabajo. Nos metidos dentro del coche a rebuscar por los cajoncitos y la guantera. Aún no se, qué es lo que pensaríamos encontrar. La putada, llegó cuando intentamos salir. Las putas puertas no se abrían desde dentro, solo desde fuera. Pedro y yo sin móvil y nuestro otro compadre con una mísera raya de batería. Empezamos a llamar a todos los colegas pero como era tan pronto ni dios cogía el teléfono (y el indicador de la batería pitando). Acojonaos y después de un rato angustioso solo hubo una solución (los cristales de un coche son más duros de lo que parece). Nos toco llamar a la madre de uno de nosotros. Estaba en el curro y flipaba con nuestra historia. Al rato llegó y nos abrió sin problemas. Creo que no pude volver a mirarla a los ojos, que puta vergüenza. Desde aquel día pensaba que hubiéramos muerto en el jodido coche y desde entonces veía a la madre del colega como nuestra superheroína.



2 comentarios:

  1. uno q qiso ser de los vuestros15 de enero de 2010, 16:57

    menudas azañas jajaja, estas cosas oy en dia ya no pasan q pena

    ResponderEliminar