viernes, 21 de enero de 2011

El látigo cardo

     Hace ya algunos años, solíamos perder el tiempo en verano de cualquier manera, uno de nuestros entretenimientos favoritos era agarrar el coche, comprar unas pipas y unas litronas e irnos por caminos a hacer el cabra un poco, parar en algún lugar agradable (normalmente parábamos en un sitio que denominábamos “oasis”) y tranquilamente beber la cervecita y comernos las pipas.

     El conductor del coche, el cual ya lo mencionamos alguna vez como “el cazador” era muy aficionado a arrancar cualquier planta que encontrara por el camino y fabricarse un látigo básicamente para ir dando latigazos al resto. Una de sus armas favoritas eran los cardos (frescos o resecos) con los cuales iba pinchando al personal, y una de sus víctimas favoritas era uno de nuestros colegas. El pobre, tenía que huir cuando se acercaba “el cazador” con un cardo para picarle, aunque pocas veces se libraba. De hecho, si se iba muy lejos arrancaba el coche y se largaba dejando al otro plantado hasta que paraba para recogerlo, momento en el cual empezaba a utilizar el cardo (porque todavía no lo había soltado) dentro del coche. Una de las escenas que nunca olvidaré es ver a “el cazador” conduciendo, y mientras tanto abriendo la ventana del coche y pinchando a través de esta al otro colega que estaba sentado justo detrás de él.

     Grandes veranos pasamos mediante este método de entretenimiento, pinchando a otros, persiguiendo pájaros con el coche, o saltando del mismo cada vez a mas velocidad (si, El Autor es capaz de hacer autenticas gilipoyeces).


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