Diario de un Garridense VII

Con casi un cuarto de siglo cumplido, los colegas, a veces, nos ponemos melancólicos. Muchas veces tenemos esta conversación:

-         ¡va tío! Hay que dejar paso a las nuevas generaciones que viene pisando fuerte.

-         Sí, estamos mayores…

Yo digo:  

 - ¡NO! Hay que enseñarles, porque a estas generaciones de hoy les faltan wevos.

Nosotros éramos de otra pasta, éramos más “echaos pal ante”. En definitiva teníamos más cojones…Las travesuras del ayer, hoy día, están consideradas vandalismo. Castigadas por el código penal. Por eso, cuando contamos nuestras andanzas los chavales se sorprenden de lo cabrones y burros que éramos.

Aquel día, no teníamos suficiente con una batalla de globos de agua normal, no…Siempre teníamos que ir más allá. No bastó con mojar a las muchachillas del grupo, ni calar al gordito con gafas, no, teníamos que ir más allá…

Esperamos al autobús que pasaba en frente de nuestra calle (si no recuerdo mal el 7). Cuando el semáforo se puso en rojo lo rodeamos. El globo escondido en la espalda. Cara de niños buenos. Gente mirando. Globos volando. Gente acojonada detrás de un cristal.

Si lo haces una vez, es una simple travesura pero hacerlo al mismo autobusero durante toda la tarde era una cabronada. Así termino todo…Arto de nosotros, el pobre conductor (os lo juro) paró el bus y bajo corriendo a por nosotros. Increíble. El corazón te latía tan fuerte…y notabas como la adrenalina inundaba tu cuerpo…te sentías el puto amo del barrio.

Jóvenes echarle un poco más de cojones al mundo.  En ocasiones muerde, pero merece la pena.